En nuestra profesión siempre hablamos de cavernas y leones para explicar el funcionamiento de la ansiedad.
Si todavía no has leído esta historia, te la resumo:
Digamos que hace la tira de años, cuando vivíamos en las cavernas, la ansiedad era una gran aliada para las personas.
¿Por qué?
Porque si se acercaba cualquier fierecilla dispuesta a devorarnos, funcionaba como nuestro sistema de alarma y conseguía que:
A) Nos activáramos de forma física.
B) Sintiéramos miedo.
C) Realizáramos una acción a elegir entre: luchar o huir.
El crujir de una rama podía activar este mecanismo y salvarnos de una muerte casi segura. Hasta aquí bien.
El problema aparece, cuando a lo que le cogemos miedo es a la rama que cruje y no a la fiera que viene después.
Traslademos esta historia a una situación más actual:
Ana empezó a trabajar en una oficina nueva hace dos meses. La semana pasada tuvieron una reunión de equipo y su jefe le llamó la atención por no llegar a los objetivos mínimos.
Hoy tienen una segunda reunión, pero Ana no ha podido dormir pensando en lo que puede decirle el jefe. Se ha levantado muy nerviosa y con mucha tensión. Al salir de casa empieza a sudar y siente que las piernas le están fallando.
Tras ver que las sensaciones no remiten, decide llamar a la oficina y decir que hoy no se encuentra bien y se va a quedar en casa.
Esta acción tranquiliza a Ana, pues le da una semana de margen hasta la próxima reunión. El problema es que Ana tendrá que acabar asistiendo a la siguiente reunión que se realice.
Por tanto, la evitación no solo no soluciona, sino que alarga y agrava el problema en el tiempo.
En consulta se trabaja sobre la necesidad de control y sobre el nivel de atención que se les presta a los síntomas ansiosos.
Si te encuentras en una situación similar a la de Ana, contacta conmigo y decidiremos juntxs cómo abordar la situación.